“Escribir es una maldición que salva.  Es una maldición porque obliga y arrastra,
 como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive
y que nunca se entiende a menos que se escriba. (…) Escribir es usar la palabra como carnada,
 para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada,
algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra.”

Clarice Lispector en “Notas sobre el arte de escribir”


Encontrarán en este espacio publicaciones de distinta índole, pero casi todas ellas han nacido a partir de la práctica con adolescentes en el ámbito hospitalario. Sus autores son profesionales que, de alguna u otra manera, participan o participaron del Equipo de Adolescencia del Hospital Dr. T. Álvarez. Como las exploraciones de los adolescentes en su búsqueda de otra-cosa, algunos textos emprenden una travesía hacia tierras que exceden ese marco.

Diversos adolescentes han llegado al Hospital, con su padecimiento a cuestas –o a cuestas de algún otro, o incluso cargando el padecimiento de otro. Padecimiento a veces montado en escenas de tinte dramático, cómico, trágico; otras veces acallado o mudo, guardado bajo siete llaves, entre otros tantos modos de presentación como de singularidades se trata. 

Estas letras son fruto de la búsqueda de un saber-hacer con el sufrimiento, en el respeto por cada uno de los que pasaron por nuestros consultorios, e incluso por algún banco del parque o pasillo cuando no había consultorios disponibles en el hospital para recibirlos. Alojarlos en la escucha ha sido, y continúa siendo, nuestro trabajo. Parafraseando a Winnicott, agradecemos a los pacientes por sus enseñanzas.

Escribir es dejar marca del cuerpo y sus latidos, en un fluir más o menos interrumpido por silencios en los que se trasunta quizás el deseo, quizás el goce, probablemente la angustia. 

Letra que se detiene ante el abismo de lo indecible y es de-vuelta a serpentear, dibujando senderos, orillas por las cuales transitar.

Lacan ha expresado que “lo escrito estaba allí para dar pruebas de la invención”, “la invención es el escrito”[1].

Escribir a partir de la práctica de atención de pacientes en el hospital desde una escucha psicoanalítica sería una tarea imposible si se pretendiese acceder a una Última Palabra, garante de objetividad y verdad absoluta. No todo puede pasar a la escritura. Mas una invención es posible. 

Escribir puede tornarse una experiencia viva si aprehende trozos de real, posibilitando la constitución de un borde en el que algo sea escrito, algo con lo cual jugar, algo que localice el goce y al mismo tiempo lo libere de las marañas de sentidos que lo coagulan. 

¿Hacer un relato es escribir? ¿La escritura se trata de otra cosa? ¿Se distingue de una narración? ¿De qué índole habrán sido los trazos que forman los textos que compartimos aquí? Seguramente no lleguemos a una conclusión unívoca al respecto, ni hemos de olvidar incluir la función del lector en la ecuación. 

Apostamos a que los textos que compartimos actúen como vehículo de una transmisión que permita ir y volver, desde y hacia la práctica, y que produzca, en alguna ocasión, en la contingencia de un encuentro, cierto efecto de verdad, nunca total ni generalizable.

Lic. Luciana Ujidos
Enero 2016




[1] Jacques Lacan. Seminario XXI, clase del 9 de abril de 1974.